Este es un Artículo que me llego al correo de mi querido Amigo Carlos.; y eh decidido compartirlo con Ustedes.
Si nos detenemos a pensar cuánto nos dura el regocijo en las situaciones que nos hacen felices en esta vida, nos sorprenderemos al descubrir que ni bien obtenemos las cosas que tanto deseamos ya estamos deseando otras; y esta condición no nos permite disfrutar realmente de la vida.
La felicidad está muy condicionada con nuestras perspectivas y también por las comparaciones, de modo que se hace difícil ser feliz ya que siempre va a existir alguien que tiene más dinero, que es más apuesto o que tiene más éxito.
Por mucho que tengamos tendemos a sentirnos insatisfechos si sabemos que otros en nuestras circunstancias tienen más o gozan de más ventajas o beneficios.
Las expectativas de felicidad de un individuo son diferentes y abarcan desde tener una buena posición económica, satisfactorias relaciones sociales, amor, éxito, sensibilidad espiritual o lograr la iluminación.
Los deseos mundanos son importantes para ser feliz, como la buena salud, poder establecer buenos vínculos afectivos y tener dinero suficiente, pero no todas las personas con todos estos atributos son felices, porque además necesitan tener la capacidad de poder disfrutar de estos bienes.
La serenidad mental, la paz interior, pueden reemplazar a cualquiera de estas necesidades y hacer a una persona feliz, porque la insatisfacción, mantiene a las personas en perpetuo desequilibrio.
La serenidad mental se obtiene por medio de una disciplina interna que nos lleve a apreciar todo lo que tenemos y sacar el mejor partido de ello.
El autoconocimiento nos permite tomar conciencia de lo mucho que valemos, de todos los atributos de nosotros mismos que no tenemos en cuenta porque preferimos pensar en los atributos de los demás.
Una fuente de dignidad interior es el afecto, la calidez y la compasión. Si nos disciplinamos para actuar con los demás con afecto, calidez y compasión puede cambiar radicalmente nuestra visión del mundo; y en vez de creer como antes que el hombre es malo por naturaleza podremos cambiar de punto de vista, porque comprobaremos que al contrario todo hombre es bueno cuando lo tratan bien.
Ser feliz es sentirse bien en el mundo y esto no necesariamente se relaciona solo con el placer.
Sigmund Freud fundamentó toda su teoría sobre la importancia de la satisfacción de los deseos y la búsqueda del placer.
Pero hay una diferencia significativa entre el placer y la felicidad. Hay muchos placeres que en lugar de felicidad nos dan muchos sufrimientos, como las adicciones de todo tipo, el juego o la promiscuidad.
Todos sabemos por propia experiencia o por experiencia de los demás, sobre aquellos placeres que producen sufrimiento, porque los hemos vivido o porque hemos visto sufrir a otros. Solo con disciplina interna se logra tomar decisiones correctas que son las que tienden sólo a los placeres que nos hacen felices. La estructura del cerebro nos permite entrenarnos para estar bien predispuestos para enfrentar cualquier situación sin derrumbarnos. En realidad este es un proceso natural innato que el hombre ha olvidado y tiene que rescatar de su bagage genético.
El cerebro tiene una gran plasticidad o sea una gran capacidad para cambiar sus conexiones nerviosas por otras nuevas, de modo que cambiando nuestra forma de pensar y practicándolo activamente se puede lograr una nueva configuración neuronal que nos permita elegir el placer para ser felices y no el placer para el sufrimiento.
Si nos detenemos a pensar cuánto nos dura el regocijo en las situaciones que nos hacen felices en esta vida, nos sorprenderemos al descubrir que ni bien obtenemos las cosas que tanto deseamos ya estamos deseando otras; y esta condición no nos permite disfrutar realmente de la vida.
La felicidad está muy condicionada con nuestras perspectivas y también por las comparaciones, de modo que se hace difícil ser feliz ya que siempre va a existir alguien que tiene más dinero, que es más apuesto o que tiene más éxito.
Por mucho que tengamos tendemos a sentirnos insatisfechos si sabemos que otros en nuestras circunstancias tienen más o gozan de más ventajas o beneficios.
Las expectativas de felicidad de un individuo son diferentes y abarcan desde tener una buena posición económica, satisfactorias relaciones sociales, amor, éxito, sensibilidad espiritual o lograr la iluminación.
Los deseos mundanos son importantes para ser feliz, como la buena salud, poder establecer buenos vínculos afectivos y tener dinero suficiente, pero no todas las personas con todos estos atributos son felices, porque además necesitan tener la capacidad de poder disfrutar de estos bienes.
La serenidad mental, la paz interior, pueden reemplazar a cualquiera de estas necesidades y hacer a una persona feliz, porque la insatisfacción, mantiene a las personas en perpetuo desequilibrio.
La serenidad mental se obtiene por medio de una disciplina interna que nos lleve a apreciar todo lo que tenemos y sacar el mejor partido de ello.
El autoconocimiento nos permite tomar conciencia de lo mucho que valemos, de todos los atributos de nosotros mismos que no tenemos en cuenta porque preferimos pensar en los atributos de los demás.
Una fuente de dignidad interior es el afecto, la calidez y la compasión. Si nos disciplinamos para actuar con los demás con afecto, calidez y compasión puede cambiar radicalmente nuestra visión del mundo; y en vez de creer como antes que el hombre es malo por naturaleza podremos cambiar de punto de vista, porque comprobaremos que al contrario todo hombre es bueno cuando lo tratan bien.
Ser feliz es sentirse bien en el mundo y esto no necesariamente se relaciona solo con el placer.
Sigmund Freud fundamentó toda su teoría sobre la importancia de la satisfacción de los deseos y la búsqueda del placer.
Pero hay una diferencia significativa entre el placer y la felicidad. Hay muchos placeres que en lugar de felicidad nos dan muchos sufrimientos, como las adicciones de todo tipo, el juego o la promiscuidad.
Todos sabemos por propia experiencia o por experiencia de los demás, sobre aquellos placeres que producen sufrimiento, porque los hemos vivido o porque hemos visto sufrir a otros. Solo con disciplina interna se logra tomar decisiones correctas que son las que tienden sólo a los placeres que nos hacen felices. La estructura del cerebro nos permite entrenarnos para estar bien predispuestos para enfrentar cualquier situación sin derrumbarnos. En realidad este es un proceso natural innato que el hombre ha olvidado y tiene que rescatar de su bagage genético.
El cerebro tiene una gran plasticidad o sea una gran capacidad para cambiar sus conexiones nerviosas por otras nuevas, de modo que cambiando nuestra forma de pensar y practicándolo activamente se puede lograr una nueva configuración neuronal que nos permita elegir el placer para ser felices y no el placer para el sufrimiento.
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