La prueba del Rey.

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Dos hombres se presentaron ante el Rey, habían caído en una mala situación y necesitaban que el Rey los auxiliara.  Como el rey era un hombre justo. Los evaluó y encontró que ambos eran llenos de conocimiento, dignos de llegar a ser consejeros en palacio. Pero en su sabiduría, el Rey les encomendó una tarea: Muy bien, encuentro que ambos son dignos de encargarse de la limpieza del corral de mis cerdos. 

Sorprendidos salieron de la presencia del Rey. Uno de ellos empezó a maldecir y decía: ¿cómo teniendo tanto conocimiento este Rey viene a decir que soy digno para atender los cerdos? ¿Dónde está su renombrada sabiduría y justicia? ¡es un fanfarrón! El otro hombre simplemente caminó y se dirigió al corral de los cerdos. Ambos iniciaron la labor, con jornadas extenuantes, suciedad y mal olor. El hombre que renegó contra el Rey solo ocupaba el tiempo maldiciendo la forma en que eran subvaloradas sus cualidades, tomaba por menos tanto el trabajo como el sueldo ganado. El otro simplemente callaba y hacía cada día su trabajo con excelencia. 

Tiempo pasó y el Rey los mandó llamar. Ambos son grandes hombres llenos de conocimiento pero el saber no basta si la humildad no está presente en el corazón --Dijo el Rey. Así que tu que viviste renegando contra mi, que no hiciste tu trabajo abandona mi palacio y mi Reino. En cambio tu que por el contrario hiciste el trabajo con excelencia y con agrado a pesar de las pesadas condiciones que les puse; serás desde ahora mi consejero y después de mi serás quien tenga mayor autoridad. 

Muchos aspiramos a grandes cosas y eso no está mal. Lo malo es cuando despreciamos lo que tenemos y no somos fieles con ello, porque no es lo idealizado que está en nuestra mente. Sea pequeño o sea grande, mantengamos una correcta actitud porque cuando somos fieles en lo poco, construiremos la confianza para que luego se nos entreguen cosas mayores. 


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